sábado, 30 de enero de 2016

En blanco...


Llevo meses enfrentándome al folio en blanco, desafiando la sequía de la tinta con la que se vengó de mí la pluma que me regalaron al nacer. Algún tiempo hace ya que lucho contra la figura pixelada que enturbia el cristal del espejo cuando me da por mirar… Pero ganaré la batalla. Ambas lo sabemos. Terminaré pegando los trozos de mi mundo que se separaron tras el terremoto que sacudió todo.

Y es que me dijeron que no podría hacerlo, que sería algo imposible, que una vez roto ya no hay nada que hacer. Me contaron que la palabra ‘imposible’ era un concepto real, me hablaron de la rendición en términos que hacen sangrar a la esperanza. Me aconsejaron que recogiera mis pocas pertenencias, todas cabrían en una caja, y que me fuera sin mirar atrás, de puntillas, sin despedidas ni ruido.
¿A dónde debía irme?, ¿cuál era el error imperdonable que había cometido? Fui testigo de la ruina, del derrumbe del castillo de naipes. Mi error fue querer ser periodista.
-       Me recompondré, dije. Lo conseguiré.
Puede que no sea fácil. De hecho considero que nada en la vida lo es. Esto del mundo laboral es complicado.  No deja de ser un laberinto en el que uno se choca contra el marco de una puerta cerrada.  Pero hay que buscar otras vías. Siempre hay ventanas…
A veces es desesperante, a veces es devastador, a veces todo gira y se vuelve interesante. Paciencia.
El reloj nunca deja de marcar el tiempo. No se le olvida recorrer ningún segundo. Malditas agujas.
Hay que estar en el momento y en el lugar oportuno. Los milagros aún existen. Hay que seguir esforzándose por encontrar nuestro lugar.  Sólo es eso.
Mientras, respiro. Mientras tanto vomito este caldo de indignación contra el folio al que odié durante meses por mostrarme su virginidad intacta.
¿Oportunidades?
Yo sigo el camino en dirección contraria a la rendición de la que me hablaron. Cambié de compañías que me aportaban derrotismo. Ahora intento hacer ruido para que alguien me escuche.
-       Si eso no lo sé, lo aprendo, chillo.
Hay una cosa que tengo clara: Mi mamá me enseñó a luchar.

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