martes, 28 de enero de 2014

Una vez leí…

Hoy, al despertar, me di cuenta de que la mesa sudaba tinta. La pluma estaba desmayada sobre el tablero y había sobrepasado los límites del papel. Sin duda fue una fiesta para la gata. Sus huellas adornaban mi edredón. Sonreí por dentro pero presentía que no podría hacer frente al temporal. Dicen que lo más paradójico es que la tristeza te inspire para escribir y que la felicidad te deje sin palabras. O eso leí una vez en Twitter.


Me senté cerca del charco azul, apoyada en la pared. Empapé de color mi dedo y jugueteé a trazar líneas curvas sobre el frío suelo que sostenía mi existencia. Me acordé del ayer y pensé en la manera de hacerlo eterno. Pero el sol se me adelantó pasando página en el calendario. Es lo mejor. Cerré los ojos y te vi. Cada vez más distancia, cada vez más olvido.

Oí tu risa y respiré tu olor. Se grabaron en alguna parte de mi ser. Tal vez en el cajón de cosas que nunca volverán, aplastados entre otros recuerdos que oculté. Si naufragas entre ellos me conocerás mejor, es la penitencia por invadir mi espacio. Pero eso tampoco servirá de mucho porque la caja se cerró de golpe. Estás atrapado. Ya no latirás más.

Abrí los ojos y me rodeé de dudas. La incertidumbre pesa como el plomo y tira de mí. No cedo. No puedo. No quiero.
Mi gata corretea. Escala y salta entre los muebles dejando su huella felina tatuada en la madera. Se acerca a mí. Se deja acariciar y ronronea. Éste es mi presente. Se tumba a mi lado. Por un momento… el paraíso.

Suenan persianas enredándose en su cuerda. Las puertas se abren y se cierran y su hilo acústico contaminan mi paz. Me incorporo y sigo los pasos de tinta. Echo la vista atrás. En la pared hay algo escrito: Si te rindes, te olvido

Dónde leí esto una vez?






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