miércoles, 8 de enero de 2014

La escarcha de la vida

Foto: Ana Athanassopoulos
A veces, el frío se calienta en nuestros huesos y cristaliza las sonrisas, invierte el termómetro. Congela las palabras de una conversación y cada argumento se convierte en un copo de nieve que gotea dentro del cuerpo. Cala, enfría. Hay veces… en las que duermo en el iglú de tus pensamientos y como guía, el témpano

No hay mecha, no hay llama, no hay fuego. Parece que todo hubiese muerto. Tan estático. Tan infinito. Tan yermo. Llegado al punto exacto ni duele.
Sin embargo, al otro lado, te escucho respirar.
Aún así, parece que se te fue la vida gastando las bromas que te quedaban en tu tacita de plata.
Escucho la sangre por la autovía de tu cuerpo pero dudo si sigues siendo real, o tal vez nunca lo fuiste...
Oigo un murmullo de emociones enmarañadas que golpean las paredes de tu cráneo y no halla la salida.
Encuentro en ti el eco de un recuerdo que martillea el pasado, el pitido de la línea recta de la ilusión, los altibajos de la esperanza, la fe que se quedó ciega de fe. Escupes frases que abrasan vidas. La escarcha de este precinto que guarda mi alma partida por la mitad.
Tu pelo cano, princesa de las nieves. Y no tengo abrigo seco para hacerte entrar en calor ni refugio donde darte cobijo.
Con el bate golpearé el montón de lágrimas heladas que inundaron tu bolita de cristal y esperaré a ver cómo se secan con los primeros rayos del próximo sol.

Busco pero no encuentro. Me he muerto contigo una vez más, una de tantas, tal vez ésta tampoco sea la última…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Muchas gracias por leerme!