domingo, 19 de enero de 2014

El cadáver de una idea

Cuántos dudas puede albergar el ser humano? Todos nos hemos perdido en alguna ocasión pero puede que sólo sea una forma más de encontrarnos. Porque nada es para siempre al igual que nada es para nunca. Ahoguemos el miedo, seamos valientes! La ola que viene lo borrará todo…


Ni la alegría de aquel instante, ni el dolor de aquella pérdida, ni el revoloteo de la mariposa en el estómago, ni el ácido vertido en el estómago. Todo pasa. Todo cambia. Nada es eterno.
Los miedos van cambiando. Puede que aumenten o disminuyan con el tiempo, tal vez se disfracen para confundirnos o, quizás, se disuelvan y desaparezcan entre la nada cuando entiendan que nos hemos hecho fuertes. Tenemos tantos temores como granos de arena hay en la playa y tantas soluciones como sal en cada gota de agua.
Sólo hay que adentrarse en el mar y dejar que devore lo malo, que mastique cada trozo de carne de los pensamientos negativos, que rebañe cada esquina del plato amargo, que arranque las arterias y cause hemorragia, que provoque el coma irreversible del cobarde y sólo queden los huesos del ansia por vivir, sobre los que nos pondremos en pie para comernos la vida. Porque la existencia, como este mar, no es una imagen estática. Las sacudidas de las olas cambian las instantáneas y decoran nuestros ojos a cada segundo. Aferrarse a lo inmóvil no tiene sentido. Aceptemos el cambio, los nuevos caminos, las posibilidades que surgen en cada sendero. Dejarse llevar, alterar el mundo, eliminar las fronteras del ‘no’…
Cojamos el desvío del ‘sentirse vivo’ en esta autovía de la costumbre y lleguemos al rincón de la magia y la inspiración. Dejemos que el corazón salga por nuestra boca y dibuje mensaje de despedida a las ideas que oprimen la razón. Disfrutemos mientras muramos, muramos colmados de victorias y armados con la punta roma de la tijera de la ilusión.
Rotulemos nuestra película…









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