lunes, 24 de febrero de 2014

El nihilismo de las hormigas de mi estómago

Yo siento hormigas. Lo normal es sentir mariposas pero no es mi caso. Siento el desfile de mis bichos, sus patitas recorriendo los entresijos de mi estómago, sus cambios de dirección, los golpes que se dan contra las paredes buscando una boca que ya se ha cerrado. Noto sus mordisquitos y las imagino rebuscando un bocado más de la nada que se me ulcera por dentro


Se mueven a distintas velocidades pero siempre siguiendo una línea imaginaria que han trazado en respuesta a una estrategia que desconozco. No sé qué buscan, no sé qué quieren, ni tan siquiera entiendo cómo han llegado hasta ahí. Sólo las noto dar vueltas y vueltas por mis adentros. He detectado que paran de golpe cuando me toca tragar otra emoción de esas que nunca podrán ser materializadas con palabras. Es cuestión de segundos. Se agrupan, se unen, se hacen fuertes y aguantan la caída del nuevo alimento. Una vez el estómago vuelve a cerrarse ellas me atacan por dentro. Van seccionando mis ansias con precisión quirúrgica. Un trozo de lo nuevo para cada animal. Las siento masticar. Una vez digerido, vuelven a recorrerme.

En ocasiones tropiezan con alguna cicatriz y, para mi desgracia, hunden sus patas en las heridas y con sus mandíbulas van descosiendo el hilo ficticio que consiguió unir las partes. Entonces ya no siento cosquillas sino dolor. Para ellas es una fiesta así que me dejo devorar, no quiero ser yo la que arruine el momento. Cuanto antes terminen antes podré volver a intentar sanar. Con un caldo caliente se contrarresta el daño, por lo menos durante unas horas. Respirar profundamente también ayuda, pero es un arma de doble filo puesto que estos bichos se hacen fuertes con cada gota de oxígeno que les llueve. Nunca descansan, nunca duermen. Se amotinan cuando quieren. Sobreviven como pueden mientras muero un poco más.

Nunca me gustaron las hormigas, aunque he de reconocer que admiro su disciplina. A veces incluso pienso que son inteligentes. Me gustaría que salieran de mi cuerpo y sentirme literalmente vacía y libre a la vez. Me gustaría gritar… me gustaría flotar… me gustaría estallar.
Yo no siento mariposas en el estómago porque las alas de las mariposas que imagino están atadas. Por eso me siento obligada a tragarme las dudas y a morder los sentimientos. Es este el motivo por el que cosí mis labios y amurallé mi cerebro. Pero me autocensuré tarde, cuando mis hormigas ya estaban tan dentro…

Se aproxima un nuevo desfile. Expiró mi fuerza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Muchas gracias por leerme!