sábado, 28 de diciembre de 2013

Confesiones y silencios del 2013

Un año es más que suficiente para construir y destruir una vida en las nubes y ver de lejos a los delfines saltar. Es tiempo más que de sobra para bajar al infierno y volver a la superficie. 12 meses bastan para ver, oír y callar las cosas que una mente puede soportar


Ando doblando con cuidado este año sin dejarme un pliegue de momentos sin acariciar. El papel tiene manchas que recorrí, en las que me ahogué y que, por misterios de la vida, acabé superando. Hay algunos guiños que voy cubriendo con los restos; hay algunas sonrisas que acuno con el frío de diciembre. Hay lágrimas y silencio. Hay risas y silencio. Hay palabras ahogadas en mi garganta y silencio. Hay arrugas en el alma y silencio. Hay secretos, confesiones inconfesables y silencio. Hay jardines y silencio. Hay paraísos y silencio. Hay infiernos y silencio.
Las esquinas están arrugadas y el papel yace usado y vencido. Amarillea. Se deshace. Preparado para su justo final.

Hay, sobre todo, silencio. Así lo dictamina el protocolo que creé para quemar el próximo pasado.
Y estoy en paz con la vida y con los días que me vomitó el 2013. Y es que he llorado cuantas sonrisas debía y algunas que me guardo para enero. He arañado la sinrazón que adeudaba de ilusiones vencidas por el brillo de la noche. He echado tanto de menos como un día eché de más. He deseado lo imposible y me astillé con la certeza de la nula posibilidad. He abrazado al pecado y mi cuerpo se llenó de llagas para las que no había cura. He viajado sin permiso de nadie a otros mundos que guardo en mi mente y al volver me estrellé con mi nave fabricada de sueños.

He hecho el bien y el mal, aunque no de manera equitativa, pero pagué la factura e incluso dejé propina para ángeles y demonios. He invitado al diablo a una cerveza y a los dioses les regalé pastelitos de chocolate. He compartido y he sido egoísta, y he sido capaz de hacer las dos cosas a la vez aunque sea algo contradictorio. Me he enfrentado al otro ‘yo’ que se asomaba en mi espejo y le he puesto los puntos sobre las íes. He jugado y perdido, he perdido más que he ganado, he ganado batallas perdidas de antemano y aún así he arriesgado.

He dejado puertas abiertas y el alma se me resfrió, se enfadó y me abandonó pese a que nadie consiguió recorrer el pasadizo. He soñado despierta lo que durmiendo pensaba que era la vida. He bebido ron, mucho ron, pero no conseguí olvidarme de mí ni quedar inconsciente. He fumado pero nunca el humo del cigarro me desveló secreto alguno. He presenciado guerras sangrientas entre mis hemisferios y he salido ilesa de ellas para después desangrarme en líneas que nadie leerá. He sentido el sol pero la fotofobia nunca me dejó ver sus destellos; nunca he podido mirar la luna sin pensar en ti, un reproche que me hace el satélite por un crimen que nunca reconocí cometer. He compartido mis verdades a sabiendas de que descosía heridas; he callado en otras tantas ocasiones para evitar daños. He estado entre la espada y la pared y he fantaseado con inclinarme hacia adelante sabiendo que tenía manos detrás sujetándome.

He observado la vida y confieso que he sentido ganas de hacerla estallar porque no quería bailar conmigo. He visto a la suerte desfilar delante de mí y sacarme la lengua porque sabía que era yo la que le había tocado el culo. He visto como la alegría se sentaba en mi sofá para luego suicidarse por la ventana. He notado la fuerza que ejerce el peso de la existencia sobre mis pulmones y he notado como mi estómago se ulceraba mientras daba coletazos por un poco de aire más. He acariciado a mi gata y me he llevado un zarpazo por ausentarme en algún momento que ella necesitaba mi ayuda para cazar ratones. He roto, he cosido, he planchado el ayer y he lavado el hoy para mañana.

He esperado y he tenido prisas para ti. Me he maquillado para no mostrar las grietas que se esconden detrás de los ojos. Una vez me desperté sobresaltada pensando que llegaba tarde al trabajo cuando en verdad no había hueco para mí en la oficina. He corrido con el coche, he volado con el coche, y he atropellado a un conejo que aún me muerde la oreja cuando me tumbo en mi cama. Me he quedado sorda escuchando y cantando canciones con mi voz de grillo y un día, sin más, perdieron todo su significado. He escrito microcuentos que han sido interpretados de manera distinta a los latidos del corazón. He querido y me han querido y para compensar me han odiado otras tantas personas. Se me han caído platos y vasos y ahora sólo tengo tazas que me han visto desganada y sin cafeína.

He disimulado, he ocultado, he escondido cosas a todos y a mí misma. No he mentido más que con una sonrisa, una media mentira, una media verdad, una medio mueca.
He coloreado dibujos y he hecho listas que no he llegado a cumplir del todo. He tosido.
He vivido un año más y ahora tengo un año menos.
2013 se acaba y, pese a las consecuencias, lo pienso quemar a fuego lento por bastardo e hipócrita. Espero que 2014 no tome represalias…

Feliz año para todos!

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