Tú eres
el sentido de mi vida, el algodón en el que me relajo, el reflejo de lo que
quiero convertirme. Tú eres el hogar al que regreso, la que pintas una sonrisa
en mi cara y la que consigues hacerme ver nuevos horizontes. Tú eres la madre
que escuchas y la amiga que aconseja y abraza. Tú eres el timón de este barco y
el destino al que siempre quiero llegar. Tú eres las manos, los pies, los
labios, los oídos. Tú lo eres todo y nunca existirá tiempo suficiente ni gesto
grande para agradecértelo.
Tú eres
la que reconstruyes, la que te armas de paciencia para cuadrar el puzzle, la de
las palabras lindas, la de las llamadas de atención. La niña bonita, la más
fuerte del mundo, la rompedora de barreras, la que se calza la vida y araña las
paredes del ‘no se puede’. Para ti no existen los límites.
Eres
humilde, buena, comprensiva, solidaria. Te pasas la vida dejándote el alma en
cada cosa que haces y, con ello, formas parte de tantos presentes… Eres única,
genuina, grande. Eres la mejor madre que se puede tener, la que siempre está
ahí, la que nunca falla. Nunca podrás hacerte una idea de cuánto te admiro y de
lo orgullosa que estoy de ti, de la suerte de ser hija tuya.
Me
pasaría luchando toda la vida por verte feliz, por una sonrisa más, por una
caricia de esas que te sobran, por escucharte hablar, por otra larga conversación
llena de confidencias, porque me acunaras una vez más. Me pasaría la vida
recostada en tu pecho, respirando tu perfume, cogida de tu mano, agradecida de
tener el inmenso honor de besar tu carita y quitarte el colorete. Porque
estando contigo sé que todo va bien.
Por
todo, por tanto, por siempre. Por la persona que eres y por lo que significas. Porque
te quiero infinito, porque querer más no se puede. Porque eres la reina, porque
eres la mejor.
Mamá,
gracias por existir.
Felicidades!
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