Él nada entre los pliegues de su piel, la observa con toda
su atención, se pierde entre las notas de su voz. Ella le acaricia el pelo y la
cara con una ternura indescriptible, sonríe y se siente afortunada de tenerlo
entre sus brazos. El mundo se para cada vez que se ven. Esa relación tan
especial existe desde el origen de todo.
Él pregunta por ella, la llama a viva voz, la necesita más y
más. Cuando la tiene a su lado la quiere sentir aún más cerca. Deambula de
madrugada buscando sus brazos. Salta a su cama, se coloca a su lado y duerme
plácidamente. Ella lo recibe contenta, le cede su espacio y lo mira mientras
sus ojillos se van cerrando. Entonces, espera impaciente a que los primeros
rayos de sol le calienten la piel y empiece a desperezarse. Él lucha contra el
peso de sus párpados sabiendo que encontrará un trocito de felicidad a su lado,
cuando le gane la batalla a la pereza. La mira y sonríe. Siempre se levanta con
una sonrisa. La abraza y la besa. Entonces la habitación se llena de luz, de
color, de sonoridad, de risas, de bromas, de planes, de nuevas aventuras por
vivir.
Él le cuenta miles de historias con su voz melódica. Tiene
valentía suficiente para vencer a cualquier pirata invasor con su espada de
gomaespuma; tiene resistencia de sobra para correr con sus piernas de trapo por
cualquier planeta y derrotar a los malvados; tiene barcos imbatibles para
surcar por los mares del sur con su mapa del tesoro; tiene capacidad suficiente
para trazar estrategias defensivas y vencer a miles de soldados de goma. Va
describiendo despacio sus aventuras mientras ella prepara el desayuno. Se
sientan en una mesa y siguen conversando. Más tarde están listos para salir al
mundo en busca de nuevas experiencias, expediciones que sin duda alimentarán
sus fantasías. Ambos son felices. Ambos están haciendo historia construyendo su
presente y su futuro. Ambos son antídoto.
Él la coge de la mano y la ata a la vida. Ella jamás podría
imaginarse esa sensación. Dar la mano a la vida de tu vida, volver a vivir momentos
de la infancia, revolcarse por el suelo, jugar hasta la extenuación, regalarse
detalles de amor infinito. La magia cuando están juntos se puede palpar y nos
envuelve a todos. Esa magia que sigue intacta en las lágrimas de él al
marcharse y en la mirada triste y esperanzada de ella. Promesas de un nuevo
encuentro que hace que él vaya tachando los días del calendario y que le concede
a ella algún tiempo para pensar en una nueva manera de sorprenderlo.
Dicen que el amor es algo que no se puede ver, que no se
puede medir, que no se puede tocar. Tal vez eso pase cuando está sujeto a miles
de condiciones. Yo he visto el incondicional, el verdadero, el que el brota de
dos personas que se miran a los ojos y todo cambia. El puro, el instintivo, el
animal. El que provoca felicidad y seguridad. He tenido la suerte de observarlo
entre besos de piruleta. Los besos de un nieto a su abuela, los abrazos de una
abuela a su nieto.
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