Crecí en un ambiente en el que el
esfuerzo y la lucha por superar las metas conllevaba una recompensa.
No me refiero a una recompensa material sino a una más importante:
la satisfacción del trabajo bien hecho y un crecimiento personal que
dejaba un regusto dulce en los labios. Porque en la vida, todos los
días, había que trabajar para intentar mejorar, para aprender cosas
nuevas, para tener más conocimientos acumulados que luego te
pudieran ayudar en la toma de decisiones.
De pequeña hacía lo que se suponía
que tenía que hacer por mi bien, aunque me quedara ojiplática al
ver los regalos que otros niños disfrutaban tras sus aprobados en el
cole...”Tu deber es estudiar al igual que el mío es trabajar”,
me decía mi madre. Y llevaba razón, como siempre. Esa razón que
tienen las madres en el 99,9% de las ocasiones y que a veces, por no
decir el 99,9% de ellas, da tanto coraje. Y llevaba razón porque en
la vida nadie te regala nada, ni una triste sonrisa... que debe
cotizar alto en la bolsa del siglo XXI.
Aquello de los principios, de los
valores, de la libertad para elegir tu camino, de la opción a
equivocarte sabiendo a ciencia cierta que tu madre, que ya venía
viendo como te ibas a estrellar, tejía una red para amortiguar el
golpe. En definitiva, aquello que va pasando mientras forjas tu
personalidad y vas resolviendo las preguntas típicas de quién eres,
qué quieres, a dónde vas...
Pues la última cuestión es la que
ahora solvento. ¿A dónde voy? Al paro, de cabeza y sin frenos.
Mañana tengo mi primer encuentro con el antiguo INEM. Además de
para pedir el subsidio por desempleo tengo cita para que me 'ayuden'
a hacer mi curriculum vitae. Todo se resume en dos folios: título de
la carrera (que ya me podía haber dado por estudiar otra cosita...),
cursos de formación, idiomas, experiencia laboral... En total, 18
títulos y certificados que me han llevado a este túnel. Y es que el
esfuerzo por ser cada día un poco mejor tendrá su recompensa (y lo
afirmo para no llevarle la contraria a mi madre) pero en otro mundo.
Desde luego aquí no, y sólo hay que ver los dramas por los que
pasan millones de familias al día.
Primero fuimos víctimas de la
titulitis. Era algo viral, infeccioso, como si un trocito de papel
fuera el pasaporte hacia la felicidad. Ahora sufrimos la falta de
moral de las empresas y de valores de los políticos, banqueros y
mercados. Esos sí que son los reyes que, después de rezar un
ratito, se van de caza dejando el trabajo de otros arrinconado,
menospreciado, vilipendiado. Y es que la pela es la pela.
En mi caso, me equivoqué. Estudié
periodismo porque quería cambiar el mundo, porque todo me interesaba
y me interesa, porque creo firmemente en el cuarto poder. Pero todo
ha sido un espejismo, un amor platónico. Las empresas de
comunicación son más que nada empresas. No creo que lleguen a ser
conscientes del valor que tiene la información y de la faena que se
le está haciendo a la población al 'no contar' la verdad.
Intereses, intereses y más intereses.
Mientras, asistimos con los brazos
cruzados a la destrucción de la libertad y la democracia. Porque sin
información contrastada no hay democracia. Si el pueblo no sabe no
puede opinar. Si no se tiene una opinión formada somos presas
fáciles de los altos mandos. Porque nos convertimos en espectadores
pasivos de nuestra propia vida. Porque nos hierve la sangre. Porque
no todo se solventa con pan y circo. Porque creo en el desarrollo y
en la evolución. Porque no me da la gana de trabajar gratis. Porque
#gratisnotrabajo. Porque no nos da la gana de trabajar gratis. Porque
somos mucho más que un simple número. Porque no queremos más
pisotones. Porque salimos a la calle a decirlo y habrá que gritarlo
hasta la saciedad. Porque preferimos morir de pie que vivir de
rodillas. Porque estamos hartos de engaños mientras los demás viven
de lujo. Porque sólo queremos sobrevivir. Porque mi margarita en el
sombrero se marchita y no es justo. Porque no consentiré que eso
pase. Porque necesito color en mi vida.
España hace aguas y y esta profesión
también porque no se le da a la sociedad lo que pide. Y cuando se
lucha por plasmarla en una foto se paga incluso con visitas al
cuartelillo (#freeCastromil) No me gusta este mundo y por eso grito
como Mafalda: ¡Que paren el mundo que me quiero bajar!
#porqueotromundoesposible, #porquehayotrasmaneras, #hayotrassalidas,
#soyespañolynomepisasmas, #soyespañolynoganonada, #quetejodanati
Que cierto
ResponderEliminarPorque #gratisnotrabajo y #otroperiodismo es posible. Porque yo sí quiero creer en lo que te decía tu madre, aunque ahora mismo tengamos el horizonte muy negro... ¡Pero seguro que hay una pradera de margaritas esperándonos!
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