domingo, 20 de abril de 2014

Armario de disfraces

Si de verdad supieras… que la indiferencia quema y los silencios retumban en el tímpano; que las mentiras cicatrizan en el alma y que son indelebles pese a ser invisibles; que las palabras son gritos mudos que se escapan en la noche y nunca vuelven si no se visten con gestos. Si tú lo supieras…


Ojalá llegara el día en el que te sentaras en esta orilla y pudieses contemplar lo hueco del mundo, tal y como lo perciben mis sentidos. Como cuando el agua te ciega y la luz refresca; como cuando la comida no sacia y el sol te da frío. No hay eco, no hay murmullo, no hay nada. Sólo se ve un pez jugando a ser gato en aquella colina de espuma.

Pasa y te enseño mi armario repleto de disfraces absurdos. Para los días negros tengo aquel vestido de sonrisa enorme; para las horas de llanto, unos pantalones entallados con puntadas de carcajadas; para la añoranza tengo una blusa blanca ausente de borrones y con botones sin ojal; para la soledad, el pañuelo de carnaval de colores vivos que me regalaron aquella vez.
Un atuendo para cada ocasión. Para eso sirven las telas, para proteger un poco el alma que, de atentados, se deshilvana perdiendo hilos de ilusión y de fuerza.
No me preguntes quién soy. Pregúntate quién eres tú y mírate en el espejo. Tu ropa ha cambiado de acuerdo con la estación. Yo, sin embargo, me despojé de todo y ando saltando mis propios muros. Estoy desnuda, pero tú no puedes verlo.
Salto al vacío… mi rendición.

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